jueves, 9 de febrero de 2017

Testimonio: Taller ViceVersa de traducción literaria

Queridos colegas,

Hoy Emma Julieta Barreiro y María Tellechea nos comparten este testimonio sobre su experiencia en el Taller ViceVersa de traducción literaria alemán-español que se llevó a cabo el pasado diciembre en el Goethe Institut de la Ciudad de México.



Del modo monológico a la interacción dialógica
 Por Emma Julieta Barreiro y María Tellechea

En diciembre de 2016 tuvo lugar en la Ciudad de México el taller ViceVersa de traducción literaria alemán-castellano organizado por el Instituto Goethe, con el apoyo de la Fundación Robert Bosch, del Fondo Alemán para la Traducción y del programa para América Latina de la Casa de Traductores Looren (Suiza).

Con la excelente coordinación y organización previa de Claudia Cabrera y Thomas Brovot, participamos de este taller Svenja Becker, Miriam Denger, Marianne Gareis, Magda Kotzurek y Susanne Lange de Alemania, así como Rocío Aguilar, Emma Julieta Barreiro y Gonzalo Vélez de México, Carmen Gómez García de España, y además, Carla Imbrogno, Carolina Previderé y María Tellechea de Argentina.

El taller reunió a doce traductores literarios, cinco que traducen del castellano al alemán y siete que lo hacen viceversa. No por nada el término que denomina a estos talleres tiene que ver con cierta reciprocidad, es decir, una misma actividad que se produce en sentidos opuestos. Y esta reciprocidad es precisamente la que caracteriza este tipo de talleres: es el conocimiento multidireccional, heterogéneo y atravesado por la experiencia individual en la traducción el que aparece en la voz de los propios colegas echando una luz crítica pero creativa y singular al propio trabajo. En el taller ViceVersa uno es crítico, experto y a la vez aprendiz, oyente, alumno. En este contexto, se da la oportunidad, única y poco frecuente en nuestra actividad, de formar parte de un foro de discusión intensivo en el que los participantes del taller, que en general ya cuentan con experiencia de publicación, dirimen sobre aquellas decisiones de traducción que siempre ocupan su cabeza en forma de monólogo, esta vez en forma de viva discusión que transforma ese pensamiento monocorde en un rico entramado de puntos de vista e interpretaciones variopintas. Es así que el habitual modo monológico propio de la traducción literaria se convierte en uno dialógico compuesto por múltiples voces expertas: aquí todas las voces son valiosas, las más experimentadas pero las más nóveles también. Al fin y al cabo, la mera experiencia de la traducción habilita a cualquier traductor a reflexionar sobre su propio trabajo y el encuentro con otros traductores posibilita que esa reflexión se proyecte en variados puntos de vista hacia el trabajo de otros.

Además, este tipo de intercambios promueve la formación de redes con colegas de otros países tanto de la lengua de partida como de la lengua de llegada. El éxito de este modelo ha sido tal que talleres de este tipo ahora se llevan a cabo en diversos lugares del planeta.

Fue así que las discusiones rondaron en torno a la representación que despertaba en cada uno de nosotros el término Cámara Gesell mientras debatíamos sobre la relación entre este concepto y la ciudad Villa Gesell, escenario narrativo elegido por Guillermo Saccomano en su novela Cámara Gesell. Los debates pasaron también por términos médicos, relativos a la percepción humana y acerca de cómo reflejar en castellano la contundencia de los famosos sustantivos compuestos en alemán que aparecen en la novela de David Wagner. Apareció ante nuestros ojos la estructura extraña pero fascinante de las notas de exploración del texto de Dorothee Elmiger y pensamos si explorar un terreno, un territorio y la tierra era lo mismo. También estuvimos tratando de encontrar el modo en el que la acción precipitada de la narrativa de Samanta Schweblin no se ralentara en alemán, así como buscando el modo de que la ironía y la sagacidad en los diálogos de la obra teatral de Anja Hilling se rescataran en castellano. Una vez nos encontramos rompiéndonos la cabeza para primero interpretar y luego encontrar correspondientes en alemán a los neologismos y las palabras inventadas en la novela de la joven autora mexicana Aura Xilonen; otra nos preguntamos cómo hallar en castellano las palabras apropiadas que condensaran el clima distópico en los versos de Kathrin Schmidt. También discutimos acerca de cómo se puede integrar de la mejor forma texto e imagen en la literatura infantil de Susanne Berner; pensamos en cómo no normalizar la sintaxis de Hans Jürgen von der Wense conservando las palabras desordenadas pero profundas de sus diarios; escuchamos el gran poema de Vicente Huidobro Altazor y buscamos que nos resonara su grandeza en alemán; discutimos sobre la interpretación de la poesía moderna de autores como Volker Braun, Richard Pietrass, Monika Rinck y Dieter M. Gräf y, finalmente, también nos imaginamos a los actores alemanes pronunciando los monólogos del joven dramaturgo cubano Rogelio Orizondo y dando cuenta de su crítica y al mismo tiempo valoración de su cultura.

Intercaladas entre las sesiones de trabajo, participamos de diversas actividades: una charla del Círculo de Traductores en la que fue presentada la Asociación Mexicana de Traductores Literarios por Claudia Cabrera, Arturo Vázquez Barrón; otra noche asistimos a la presentación de un libro en la Casa del Poeta “Ramón López Velarde”; otro día Lucrecia Orensanz del Círculo de Traductores nos enseñó “Cómo proponer un proyecto de traducción en el medio editorial”; también fueron discutidos algunos aspectos del proyecto de ley para la protección de la traducción autoral en Argentina; en una de las sesiones diurnas Thomas Brovot dirigió una interesante sesión sobre la diferencia de estilos en distintos tipos de textos, y Svenja Becker nos invitó a reflexionar sobre  “Las fortalezas de la lengua propia”.

Más allá del aprendizaje a nivel profesional, queremos subrayar que la interacción entre los miembros del grupo en este taller fue estupenda. Las horas de intenso trabajo, se intercalaron con animadas conversaciones y algunas actividades fuera del taller que contribuyeron a la integración de un grupo sumamente armonioso. Fue una verdadera semana de intenso trabajo donde predominó el respeto por el trabajo de los demás y el interés por conocer otras culturas en una atmósfera ideal para revisar y discutir las traducciones de todos los participantes. En forma recíproca y de manera continua se produjo una especie de retroalimentación que aporta una gran calidad y reconocimiento en lo profesional pero también en lo personal. De modo que también agradecemos sinceramente a las instituciones que apoyan estos talleres, los cuales tienen una indudable importancia para la formación y educación continua de los traductores, particularmente al Deutscher Übersetzerfonds (DÜF), al Goethe-Institut Mexiko y a Looren América Latina. Sólo nos resta agradecer también a Sven Mensing, por la hospitalidad del Goethe-Institut, y de nuevo a Thomas Brovot y Claudia Cabrera por la excelente organización.  Ojalá nos volvamos a ver pronto en otro de estos magníficos talleres para traductores literarios.

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